La crisis económica y la economía colaborativa


Nueva Tribuna. - Una de las consecuencias de esta crisis económica, es la expansión de la economía colaborativa, en cualquier ámbito de la vida cotidiana, que se refieren desde las comunicaciones (plataformas de móviles), la cultura (bookcrossing y trueque de libros; comunidades digitales para aprender idiomas, movilidad(uso compartido de vehículos, taxis, bicicletas, etc…) hasta las finanzas (a través de crowfunding y préstamos entre particulares).
24 de julio de 2014

El consumo colaborativo forma parte del consumo sostenible, pues como filosofía persigue la existencia de productos más duraderos y la utilización compartida de los mismos, incluidos los servicios. Es la actualización de  forma tradicional de compartir, intercambiar, alquilar, pero beneficiándose de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC), creando redes y comunidades, basadas en la participación voluntaria.

En principio, resultan positivas estas modalidades de actividades económicas para el consumidor, tanto desde el punto de vista de la sostenibilidad, pues se compran productos que duren más, como  desde el punto de vista económico puesto que, al eliminarse intermediarios y compartirse usos el precio final pagado se reduce. Esta reducción de precio es un factor importante de su implantación, pues, en tiempos de crisis económica y, en muchas ocasiones debido a una fragilidad  económica sobrevenida que (por causa de desempleo, accidentes, invalidez, separación o divorcio, etc...) ha tenido como efecto, una reducción significativa de los ingresos de los consumidores.

 

Sin embargo, el debate sobre la consolidación de estas actividades económicas, está circunscribiendo, solo a si este tipo de empresas incurren en competencia desleal o no. Lamentablemente, falta un debate público, más sosegado y más profundo sobre las actividades económicas, los instrumentos que existen a su disposición y su utilización por todos los operadores del mercado.

Dentro del denominado “consumo colaborativo”, se deberían diferenciar, entre las actividades que, persiguen un ánimo de lucro, y la realización de actividades que no tengan como finalidad la obtención de un objeto o la satisfacción de un interés por parte de sus participantes. Personalmente, creo que sería un error, intentar regular este tipo de actividades que, si bien inicialmente, entrarían dentro del concepto de “buena vecindad”, con la implantación de las nuevas tecnologías, adquieren otra dimensión, pero no otra finalidad que puede ser, única y exclusivamente, compartir determinado bien, sin que implique ello realizar una actividad económica.

En cuanto a las actividades económicas, realizadas a través de las modalidades de la economía colaborativa, en muchas ocasiones se parte de la errónea creencia que en Internet no existe ningún tipo de reglas que cumplir, lo que no es cierto en absoluto, ya que por ejemplo, las plataformas que cobran una tarifa a los consumidores, desarrollan una actividad de comercio electrónico y entran dentro de aplicación de este normativa, igualmente, se aplican la normativa sobre prácticas comerciales desleal o cláusulas abusivas y otras más, como las normas fiscales, sociales y otras de carácter imperativo.

En resumen, se está perdiendo una magnifica ocasión para debatir, sobre el impacto que determinados instrumentos tecnológicos y sus aplicaciones, pueden causar en la economía, simplificando el debate a la existencia o no de competencia desleal ( lo que sucede, tanto dentro como fuera de la red), en vez de reflexionar sobre la implantación de estos instrumentos, también por las empresas que ya están en el mercado o facilitando que las nuevas puedan operar, examinando cuáles son los obstáculos que existen para intentar darle soluciones, sin que se cuestionen las normas de carácter imperativo(normas fiscales, sociales o de protección de los consumidores).

Es decir, se trataría de impulsar- de otra forma- determinadas actividades económicas, generando empleo, riqueza y bienestar a los consumidores al ofrecerles bienes y servicios, a unos precios más asequibles.

La actual forma de actuar, circunscribiendo el debate -solamente- a la existencia o no de competencia desleal, sin examinar, los aspectos favorables y también los desfavorables, ponderando la situación para aplicar las soluciones correctas, supone una parquedad ideológica que, un país que cuenta con tantos desempleados, no se debería permitir.



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