El sistema de pensiones necesita más reformas y más rápidas


Ahora ha sido el Banco Mundial, semanas atrás la Comisión Europea, antes el Fondo Monetario, la OCDE y un largo etcétera de organismos, instituciones y analistas. Prácticamente todos piden al Gobierno de Zapatero más reformas, más rápidas y de mayor calado en el sistema público de pensiones.

La cuestión, sin ser dramática, es cada año más seria, ya que a partir del 2015 -cuando comience a jubilarse la generación del baby-boom- el desequilibrio entre lo que ingresa la Seguridad Social por cotizaciones contributivas y lo que paga por el aumento en el número de pensionistas será insostenible para el Estado si no se empieza ya a poner remedios efectivos y duraderos. Los expertos fiscales calculan que el déficit de la Seguridad Social podría ser del 10% a partir de esa fecha. El mismo secretario de Estado de Estado del ramo prevé que será necesario echar mano del fondo de reserva para pagar las pensiones si no se hacen reformas.

No sirven para nada los cantos de sirena de Jesús Caldera sobre la panacea financiera de la legalización masiva de inmigrantes, ni tampoco las declaraciones de Solbes contra la urgencia de las reformas tras las nuevas advertencias de Bruselas. El futuro de las pensiones de millones de jubilados requiere mucho más realismo por parte del Gobierno, sobre todo ahora que la Seguridad Social tiene superávit, crecen las afiliciaciones, se crea empleo y la economía está a la cabeza de la eurozona.

Reformas pendientes

El Pacto de Toledo ha tomado algunas medidas para paliar el problema, como la separación de la financiación de pensiones contributivas y no contributivas, la creación de un fondo de reserva para cuando las cosas vengan mal dadas, limitar el recurso a las prejubilaciones, etc. Sin embargo, hay aspectos fundamentales como el de ampliar a toda la vida laboral el periodo para el cálculo de las pensiones, que aún no se han tratado por impopulares.

Valga como ejemplo de la incertidumbre que se extiende poco a poco, el aumento creciente de partícipes en los planes individuales de pensiones o la opinión de algunos sectores ciudadanos , reflejado en un estudio de Accenture en el que la mitad de los trabajadores españoles de entre 40 y 50 años dicen sentirse preocupados por el futuro. El Gobierno de Rodríguez Zapatero ha tomado algunas iniciativas para mejorar de modo inmediato la situación de los pensionistas, como incrementar el 6% anual las prestaciones durante la legislatura y mejorar el tratamiento a las de viudedad, junto otras de aplicación a más largo plazo, como el incremento del Fondo de Reserva hasta situarlo en más de 23.000 millones de euros.

Los expertos de la Fundación Fedea, José Antonio Herce y Javier Alonso Meseguer, proponen desde hace años un sistema mixto, mitad privado, mitad público, que tenga carácter obligatorio. Según este modelo, los cotizantes repartirían sus aportaciones a lo largo de toda su vida laboral entre los dos sistemas y recibirían una pensión total en dos partes procedentes de cada uno de ellos.

También el Banco Mundial considera que la solución pasa por combinar elementos públicos - «que permitan mantener los niveles de vida mínimos» -y elementos gestionados a nivel privado, porque si las cosas siguen como hasta ahora, el gasto público se duplicará de aquí al año 2050. Añade que España tiene, junto con Italia, «una de las tasas de fertilidad más bajas del mundo», lo que se traduce en un envejecimiento progresivo de la población. Lo peor es que este Gobierno y los ejecutivos anteriores desde el primer diagnostico del Pacto de Toledo, hace ya diez años, saben cuales son las recetas: adelgazar el gasto de la Seguridad Social, mejorar la fiscalidad de los planes de pensiones privados y mayor relación prestación-tiempo trabajado...entre otras.

Esperemos que las futuras citas electorales, el rechazo sindical y el riesgo a asumir altas cotas de impopularidad, como ocurrió en Francia, Alemania o Austria, no retrasen de nuevo la adopción de medidas que deberían tomarse en tiempos de bonanza. Demorarlas crea inseguridad y puede ser muy contraproducente.

G. BUSTAMANTE
La verdad


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