McKinsey se hace de oro a costa de las grandes empresas españolas: todas solicitan sus servicios para recortar plantill


`Financial Times´ la responsabiliza del incremento del desempleo en Alemania, que está en la cota más alta desde la Segunda Guerra Mundial

05 de marzo de 2004

La consultora McKinsey imprime carácter, como el bautismo. Quien ha formado parte de la compañía nunca deja de ser un McKinsey, aunque haya dejado la firma y esté en un relevante puesto en alguna de las grandes empresas. Tras el hundimiento de Arthur Andersen, la sociedad que preside Juan Hoyos está pasando por unos días de vino y rosas en España.

McKinsey irradia un claro aire endogámico. En su página web presenta a sus analistas sólo por su nombre de pila y éstos, a su vez, dicen cosas como “para mí es, ante todo, una escuela”. Es muy raro encontrar que alguien que haya salido de la firma hable mal de ella. Sin embargo, aunque vuelve a ser fuerte en las principales empresas españolas, hay un elevado número de voces críticas sobre la consultora.

McKinsey está presente en casi todas las compañías cotizadas españolas. Antaño fue abanderada de operaciones tales como el nacimiento de Terra, la compra de Patagon por parte del Santander y otras menores como la creación de Egar en Endesa. Hoy, hasta el menos documentado sabe que Terra fue el gran fiasco de la burbuja en España, que Botín se sube por las paredes por el dineral pagado por Patagon y se comenta que Egar será integrada en la propia Endesa, después de que la filial de la eléctrica facturara unas cifras simbólicas.

El modus operandi de la consultora se basa en el apoyo de otros ex consultores que han recalado en puestos altos entre sus antiguos clientes, es decir, en empresas españolas de postín. Así, la lista de ex mckinseys en empresas cotizadas es interminable. Empezando por Juan Villalonga, ex presidente de Telefónica; pasando por Joan David Grimá en Auna; Antonio Viana-Baptista, número uno de Telefónica Móviles; Pedro Mateache, director general del SCH; Antonio Anguita, consejero delegado de Wanadoo en España, así como una extensa representación en Endesa con Luis Rivera, Carlos Urquijo, Carlos Torres, Alberto Martín...

En EEUU, por su parte, destacaron Lou Gerstner, ex presidente de IBM; James McNerney, de 3M; Philip J. Purcell, presidente de Morgan Stanley; o Roger Ferguson, vicepresidente de la Reserva Federal de Estados Unidos.

Entre los grandes clientes de la consultora en España, figuran hoy día Gamesa, Iberdrola, Endesa, Telefónica, TPI, Terra, SCH, Sabadell, Barclays/Zaragozano e Iberia, entre otros. Algunas fuentes han señalado a El Confidencial que empresas “como Pascual, El Corte Inglés, Cepsa o Inditex no han querido trabajar con ellas”. Algo que podría encajar inicialmente en el perfil de entidades como las presididas por Isidoro Álvarez o Amancio Ortega, a los que les gusta estar a pie de obra y externalizar lo menos posible.

Sin embargo, desde Cepsa señalan que “no hay ningún veto a McKinsey. De hecho, hemos trabajado con ellos en el pasado, aunque en la actualidad no tenemos relación”.

Otros antiguos consultores de McKinsey que hoy están en puestos relevantes son César González-Bueno, en ING Direct; Carlos Tejera, inversor de grandes patrimonios, o Jorge Mata, presidente de Myalert.com, por citar un selecto ramillete.

Las tarifas, que no han sido confirmadas por la consultora, a pesar de que fue requerida con tiempo, son, según uno de sus clientes: 6.000 euros diarios si se ocupa del proyecto un socio de la firma; 3.000 euros si es un director; 2.500 si se trata de un jefe de proyecto y si es sólo un consultor, “recién salido del master”, 2.000 euros por día.

En resumen, “un equipo medio no sale por debajo de 250.000 euros al mes”, o sea, algo más de 40 millones de pesetas. Viajes, comidas y otros gastos aparte, ya que “facturan hasta los taxis”.

Si se les paga, por algo será. Y no sólo McKinsey está en escena. También Accenture, AT Kearney, CAP Gemini e incluso Boston Consulting Group facturan cantidades interesantes a las grandes empresas españolas. ¿Merecen la pena estas inversiones? Hay ideas de todos los colores. Una consultora que factura más de 15.000 millones de pesetas al año a las principales corporaciones, algo bueno hace, sin duda. Pero también tiene muchos enemigos. Si antaño fueron los reyes de la expansión tecnología, hoy empiezan a ser vistos como los impulsores de la contención laboral.

No es una afirmación gratuita. El pasado mes, el diario Financial Times publicaba un artículo que contenía frases como “mucha gente odia a las consultoras, por el papel que han desempeñado en los programas de despidos de algunas empresas”. Alemania sufre la tasa de paro más alta desde la segunda guerra mundial y el FT deja caer con crudeza que casas “como McKinsey o Roland Berger” han tenido mucho que ver en los planes de optimización de recursos de las empresas, es decir, despidos puros y duros.

En la ciudad de Brandemburgo se representa una obra de teatro llamada ‘La vuelta de McKinsey’, cuyas entradas están vendidas hasta finales de abril, y que es un alegato contra el capitalismo salvaje, en el que, entre otras cosas se pide la muerte del actual presidente del Deutsche Bank. Una de estas sesiones se representará sólo para empleados de la consultora.

El Confidencial


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