José Durán Rodríguez REL UITA.- Eulalia Corralero lleva casi treinta años haciendo unas cuarenta camas y acondicionando veinte habitaciones de hotel cada día para que los turistas se encuentren en ellas como en casa.
Trabaja como camarera de piso en Lloret de Mar (Girona) y desde hace un tiempo ha notado en carne propia cómo las condiciones en las que lo hace se han ido degradando hasta resultarle insoportable permanecer callada.
También ha ido descubriendo que no era un problema suyo sino que lo que ocurría con su sueldo, jornada y dolores era el pan de cada día de la mayoría de mujeres que se dedican profesionalmente a lo mismo que ella.
Lo ha hecho mediante Las Kellys, un grupo de Facebook que creó en 2014 y que se ha convertido en un punto de encuentro fundamental para las camareras de piso: puesta en común de vivencias, apoyo mutuo y altavoz para denunciar las condiciones laborales a las que están sometidas.
"Hemos decidido hacernos visibles porque nos están explotando de mala manera, cada vez va a peor y no tenemos armas para defendernos. Los sindicatos tienen las manos muy atadas con la reforma laboral, están muy limitados", resume Corralero, quien también recuerda que su situación ya era mala antes de la crisis. "En 2007 ya hubo protestas en Barcelona pero no esperábamos que se nos achuchara más".
Una de cada cuatro personas empleadas en los hoteles españoles es camarera de piso, resultando un colectivo básico para dar lustre al que sigue siendo el principal sector económico del país.
“La primera industria española”, como presume ese indescriptible aparato propagandístico llamado Marca España, con más de tres millones y medio de plazas hoteleras y capaz de generar el 12% del empleo.
"Nos explotan por sueldos de miseria a mujeres que ya tenemos una edad y hemos trabajado muchísimo en un sector puntero en la economía".
Metafórica y literalmenteLa burbuja hotelera española, se sostiene sobre la espalda de las camarerasSin embargo, tal posición, responsable de atraer inversiones extranjeras multimillonarias y crear lo que ya se conoce como burbuja hotelera española, se sostiene en gran parte sobre la espalda de las camareras de piso.
"La palabra 'precariedad' me hace mucha gracia, la correcta sería 'miseria'. Nos explotan por sueldos de miseria a mujeres que ya tenemos una edad y hemos trabajado muchísimo en un sector puntero en la economía. Que veamos nuestras condiciones laborables tan degradadas es terrible. Por eso surgió el grupo. Lo más dramático es lo que hablamos en privado, con casos de depresiones por despido, por ejemplo", explica Corralero.
A las kellys –las que limpian– no se las valora, pese a realizar una labor imprescindible, porque no se las ve. Su trabajo se asocia a las tareas de cuidados que tradicionalmente han hecho las mujeres en casa. Ser mujeres, dedicarse a un trabajo manual, mal remunerado y con gran presencia de migrantes hace que cuando se habla de este colectivo se activen todos los prejuicios elitistas de clase, género y raza. Eso cuando se habla, que es tarde, mal y nunca.
"Nos quejamos pero, como somos mujeres y tenemos muy interiorizado que es nuestro trabajo, que siempre hemos limpiado... Pero cuando escuchas este mismo testimonio en mujeres de Andalucía o Canarias, empiezas a ver que hay un problema de fondo grande y que no se nos ha hecho caso hasta ahora, por la crisis y las externalizaciones".
Ese problema de fondo al que alude Corralero muestra muchas caras: una carga de trabajo desmesurada, reducciones salariales, inaplicación del convenio del sector correspondiente, temporalidad y duras repercusiones sobre la salud de las trabajadoras.
En los últimos años, además, ha entrado en escena un agente que ha acelerado el empeoramiento de las condiciones laborales de las camareras de piso. "El principal problema es la externalización, que está siendo brutal. Están saliendo como hongos empresas de servicios, intrusas en el sector hostelero que no tienen ninguna idea de gestión de este tipo de empresa pero ofrecen mano de obra barata, sin respetar los convenios del sector. Como en teoría esto es legal, a nadie parece importarle", identifica Corralero.
"Las patronales pueden llegar a ahorrarse entre un treinta y un cuarenta por ciento del salario de las camareras de piso".
El modelo, propiciado por las últimas reformas laborales, consiste en sacar fuera de la plantilla propia del hotel servicios básicos –como la limpieza y el mantenimiento– y subcontratarlos a través de empresas outsourcing, en una suerte de subasta en la que quien ofrece el menor coste se lleva el gato al agua. Las consecuencias para las trabajadoras son evidentes.
"Vía expedientes de extinción se está despidiendo a las trabajadoras y luego se subcontrata a empresas de multiservicios que, en la mayoría de casos, ya no tendrán que aplicar los convenios vigentes de hostelería, sino el de limpieza o el suyo propio, que habitualmente está cerca del salario mínimo interprofesional. Así, las patronales pueden llegar a ahorrarse entre un treinta y un cuarenta por ciento del salario de las camareras", expone Ernest Cañada, investigador especializado en turismo que ha publicado Las que limpian los hoteles (Icaria, 2015), un análisis que incluye 26 entrevistas de las más de 80 que realizó a trabajadoras.
Con la entrada de estas empresas de multiservicios no sólo se ha rebajadosustancialmente el sueldo de las camareras de pisos –ahora en torno a los 700 euros mensuales, aunque las trabajadoras denuncian que se está convirtiendo en práctica habitual pagar por habitación hecha, entre dos y tres euros–, sino que también se ha despedido, arrasado con los derechos adquiridos y consolidados, y se ha implantado unacontratación eventual en la que apenas se respetan los descansos semanales ni los festivos y se exige una disponibilidad absoluta.
"Hay un problema de inseguridad contractual permanente que se convierte en un mecanismo disciplinar que, asociado a la crisis, hace que las trabajadoras tengan que trabajar cómo, cuándo y cuánto les digan", apunta Cañada.