Nos lo han contado muchos cuentos, muchas películas, muchas canciones… (Te querré siempre. Sólo puedes quererme a mí. Si me dejas me mato. Los celos son la prueba de mi amor. Eres mía, solo mía. Te quiero más que a mi vida. Somos medias naranjas… Estabas destinada a mí…). Pero, analizándolo críticamente en términos de género, viene a ser un relato asimétrico filtrado sutilmente gota a gota que establece diferentes papeles y expectativas para los hombres que para las mujeres, inculcando un ideario no explícito, por tanto oculto, de desigualdad. Como más destacables, los efectos perversos de la creencia de que los celos son un indicador de amor (y no de posesión, de restricción de la libertad personal y de violencia de control), que el “verdadero amor” lo soporta todo (inclusive el maltrato), que es para toda la vida y se impone a todo (presuponiendo la entrega incondicional y la renuncia a la autonomía personal), creencias que imponen una especial restricción de la libertad sexual de las mujeres, ya que con ellos hay más permisividad , fruto de una doble moral.
Ya sabemos que esto es un cuento (patriarcal). Pero este tipo de mensajes estereotipados cala de manera especial en una parte de nuestra juventud. Pueden resultar atrayentes a los chicos porque les “ofrece” simbólicamente más libertad y control sobre las chicas. Algo muy preocupante que debe hacernos reflexionar con la educación que recibe nuestra gente adolescente y joven, que no les capacita para hacer una lectura crítica del relato patriarcal y su carga de estereotipos y roles de género. Y algo que resulta incompatible con más de 30 años de Constitución Española.
Estudios recientes vienen a confirmar estos efectos. El Informe Jóvenes y Género* señala, por ejemplo, que 1 de cada 3 (el 33%) chicos de entre 12 y 14 años "está muy o algo de acuerdo con la afirmación 'está bien que los chicos salgan con muchas chicas, pero no al revés" (entre las chicas de esas mismas edades no alcanza el 9%). También alerta de que un 25% (1 de cada 4) de los jóvenes y un 22% (1 de cada 5) de las chicas entre 12 y 24 años están algo de acuerdo en que "el hombre que parece agresivo es más atractivo". O, más preocupante aún, que 1 de cada 4 chicos (24%) cree que "cuando una mujer es agredida por su marido algo habrá hecho ella para provocarlo" (frente al 6% en ellas).
El estudio Percepción social de la violencia de género en la adolescencia y la Juventud** detecta también datos tremendamente alarmantes: las personas jóvenes (15 -29 años) son más tolerantes que el conjunto de la población con las conductas relativas a la violencia de control. Entre las conclusiones de este estudio, por ejemplo, destacan que 1 de cada 3 jóvenes (el 33%) considera aceptable ‘controlar los horarios de la pareja’, ‘impedir a la pareja que vea a su familia o amistades’, ‘no permitir que la pareja trabaje o estudie’ o ‘decirle las cosas que puede o no puede hacer’. O que, ante los casos de violencia de género, un 40% (prácticamente 1 de cada 2) tienden a exculpar al agresor al considerar que estos “suelen tener alguna enfermedad mental”, o un 37% señala que la mujer consiente el maltrato.
No podemos resignarnos a que los mensajes discriminatorios sigan calando entre nuestra juventud. El papel social de la enseñanza es crucial para impulsar una nueva cultura de igualdad entre los géneros, respeto a la diversidad, respeto propio y respeto mutuo, corresponsabilidad, educación afectivo-sexual y educación para la resolución pacífica de conflictos. Desde CCOO hemos denunciado que la reforma educativa del Gobierno, la LOMCE, ha ido hacia atrás, imponiendo una ley educativa ultraconservadora que obstaculiza la educación en igualdad entre mujeres y hombres y fomenta la segregación educativa, ha eliminado la asignatura de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos, que extendía el acceso a todo el alumnado a un acercamiento crítico de estereotipos y roles de género, causantes de las discriminaciones por razón de género u orientación sexual. Es imperativo corregir este retroceso en política educativa. Porque sin educación en igualdad no hay ni habrá igualdad, y lo que si hay y habrá es discriminación y violencia.