Pobreza y conflictos


Por ANA MUÑOZ ÁLVAREZ*. Se dice que los conflictos armados contribuyen en el empobrecimiento de los pueblos, pero también esa violencia tiene como causas la pobreza, la corrupción y la vulneración de derechos fundamentales.

Más de 1.500 millones de personas en el mundo viven en países afectados por algún tipo de violencia, según el último informe Conflicto, seguridad y desarrollo, realizado por el Banco Mundial. Un niño que nace en un país en conflicto tiene, además, el doble de probabilidades de vivir en pobreza. Así queda clara la relación conflicto-pobreza. Pero, ¿qué es antes, el huevo o la gallina?


En la última década, se han producido 39 estallidos violentos en todo el mundo y el 90% tuvieron lugar en países donde en los últimos años se habían producido guerras civiles o conflictos armados. Y la mayoría de esos conflictos se dieron en países empobrecidos e hicieron que la situación de la población civil fuese aún más vulnerable. De hecho, el Banco Mundial denuncia que, en los países donde hay violencia, no se ha conseguido ni uno solo de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Las guerras y la violencia son costosas para los países en los que se producen, no sólo por la compra de armamento y el gasto en seguridad. También, y más importante, es costoso en vidas y en el desarrollo humano de la población. Porque todo lo que se gasta en armas o en la lucha contra la violencia, deja de utilizarse para fines como la educación o la sanidad. Por ejemplo, en la lucha contra la piratería marítima que se da en el Cuerno de África, el mundo se gasta más de 2.000 millones de dólares al año en rescates, seguridad en los barcos, operaciones militares. Pero también los países fronterizos sufren esos costes. Los países cercanos a un país en guerra pierden casi un 1% del PIB. Y las consecuencias de un estallido de violencia son mundiales. Sólo un mes después de los levantamientos en Libia, el precio del petróleo incrementó en 15%.


Las consecuencias y el impacto de las guerras, los conflictos y cualquier tipo de violencia están claras, y son devastadoras para la población, para el país y para sus vecinos. Pero, ¿y sus causas? En su informe, el Banco Mundial resalta que una de los “alicientes” de la violencia son los abusos y la violación de los derechos humanos. Así, un gobierno que tortura, asesina, encarcela o hace desaparecer a personas tiene un 43% más de riesgo de guerra civil.


Países donde el Estado de Derecho es insatisfactorio y donde la corrupción no tiene control están expuestos a un 40% más de riesgo de guerra civil o algún tipo de conflicto violento.


El desempleo, la falta de esperanza en el futuro, las desigualdades internas, la injusticia… son factores que aumentan el riesgo de un estallido violento y causas por las que los ciudadanos pueden levantarse y sumarse a movimientos rebeldes. De este modo, se explican las revueltas y conflictos que estamos viviendo en el Norte de África. Jóvenes formados, sin empleo, sin futuro, que ven que sus gobernantes son corruptos, que la justicia sólo funciona con dinero... Familias que no tienen qué comer cuando los dirigentes derrochan el dinero público.


Y Occidente ha de tomar buena nota de ello y tomar medidas para que la ciudadanía recupere la confianza, porque se están dando todos los pasos para que en unos años, cinco, diez se den conflictos sociales internos más o menos violentos.


La crisis económica global y las soluciones que los dirigentes de todo el mundo están dando a la crisis (socializar las pérdidas) están siendo caldo de cultivo para la desconfianza y la desesperanza de los ciudadanos.


Invertir en prevención, reorientar la asistencia hacia el fomento de la confianza, la seguridad ciudadana, la justicia y el empleo, la reforma de los procedimientos internacionales para que las respuestas sean más rápidas, el diálogo internacional y la renovación de los esfuerzos en cooperación entre países son algunas recetas para romper este círculo vicioso.

*Periodista


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