Los bancos se estremecen


El término N, sinónimo de nacionalización, ha entrado recientemente en el léxicode los centros financieros, ¿la solución es la nacionalización? Contribuyentes y accionistas se enfrentan ante la salida

Barack Obama reivindicó el papel pragmático del Estado en la lucha épica contra la crisis. "La cuestión no es si el Gobierno es grande o pequeño, sino que funcione", insistió el nuevo presidente en su discurso de inauguración el pasado martes. Pero, mientras Obama reivindicaba la esperanza y la responsabilidad desde las escaleras del Capitolio, el mucho menos pragmático término N recorrió los mercados desde Wall Street hasta la City sembrando un miedo escénico entre inversores del sector bancario. Citigroup y Bank of America perdieron mas del 60% de su valor en una semana en Wall Street; Barclays se desplomó un 70% en cinco días.

N, si aún no lo han adivinado, es la nacionalización. No se habla ya de las tímidas entradas en el capital del banco realizadas desde septiembre sino de algo mucho mas fuerte. "Harán lo que pueden para evitarlo, pero si se mantiene el desplome de acciones tendrán que nacionalizar", dijo Martin Weal, del National Institute of Social Economic Research en Londres después de que el Gobierno británico consolidase sus posiciones en un grupo de bancos, y haciéndose con hasta el 70% de Royal Bank of Scotland, convirtiendo acciones preferentes - sin derecho a voto-en participaciones con garras y dientes, a la vez que garantizaba los llamados activos tóxicos - muchos avalados por hipotecas basura-de la banca británica.

El precio de la acción de Barclays - unos 60 centavos de euro-en estos momentos refleja una probabilidad del 70% de que va a ser nacionalizado, según un análisis de la firma Sanford Bernstein. Cuando Citigroup y Bank of America - que han recibido inyecciones de capital del Tesoro estadounidense por valor de unos 36.000 millones de euros-anunciaron que habían bajado el dividendo hasta un centavo por acción, Wall Street denunció la mano de los demócratas detrás. "Eso no es una nacionalización de iure pero sí es una nacionalización de facto", dijo un analista de Fortress Partners a Bloomberg.

La nueva fase de intervención estatal se ha cotizado de forma radicalmente distinta a la primera. En EE. UU., el fondo TARP - 550.000 millones de euros destinados a comprar activos dañados y a recapitalizar la banca-levantó el ánimo en septiembre. Los estados europeos hicieron sus propias intervenciones. Pero en vez de reactivar sus políticas de crédito, los bancos han apretado aún más la tuerca. En el Reino Unido, tras una constante caída de hipotecas, se desploman los créditos al sector empresarial. En Estados Unidos, los créditos bancarios a empresas se han desplomado desde 280.000 millones de euros al mes a principios de 2007 hasta menos de 60.000 millones en 2008. "Antes prestaban a cualquiera, ahora ni JP Morgan recibiría un crédito", dijo Jim Chanos el vendedor a corto, en una entrevista con el Financial Times.No es de extrañar en una desoladora coyuntura macroeconómico en la que se destruye medio millón de empleos al mesy2,3 millones de viviendas ya están embargadas, puro veneno para la solvencia de los bancos.

El balón de oxígeno gubernamental del otoño se desinfló en cuestión de días la semana pasada. "Vimos la luz al final del túnel, pero resulta que era un tren", dijo un bróker en Nueva York. Ahora se teme la nacionalización al viejo estilo, siguiendo la recetas suecas de hacerse con la totalidad del capital de los principales bancos, aniquilando el accionariado pero, por lo menos, minimizando el coste del rescate al contribuyente: "La nacionalización es muy buena para quienes han invertido en deuda de estos bancos; de no ser por las garantías gubernamentales habríamos bajado la calificación de Citi cuatro puntos", dijo Tanya Azarchs analistas de Standard& Poor ´ s en Nueva York. "Pero lo que es bueno para la deuda no es nada bueno para el accionista", advirtió.

No es que Obama haya cambiado su pin de barras y estrellas por una estrella roja. Ni tan siquiera los economistas de la izquierda demócrata se atreven a apoyar la creación de una banca pública como objetivo estratégico: "A diferencia de Francia o Japón, no tenemos experiencia con la banca pública; habría corrupción y ¿cómo se evaluaría sus resultados?", dijo Bob Pollin de la Universidad de Massachusetts autor de Los contornos del declive.

Pero, al igual que en el caso de Gordon Brown, nuevo laborista desregulador transformado por la crisis en keyensiano empedernido, los demócratas han incorporado la N a su vocabulario porque "ya no queda otro remedio", según afirmó Dean Baker del Centro de Investigación Económica y Política (CEPR), instituto próximo a los demócratas. "Los bancos en realidad están en la bancarrota; si les quitas los 45.000 millones ya concedidos a Citibank y BoA, estarían ya en suspensión de pagos". Economistas de prestigio como Barry Eichengreen, de Berkeley, creen que la nacionalización es la forma menos dañina para el contribuyente de realizar la recapitalización bancaria y reanudar los créditos: "Nadie quiere hablar en voz alta de nacionalización pero sería la forma más transparente de recapitalizar", dijo.

La nacionalización - según el modelo sueco-permite separar los activos dañados de los activos buenos y garantizar un reparto de pérdidas que no perjudica de forma desproporcionada al Estado, dice Eichengreen. En cambio según la Oficina del Presupuesto del Congreso, el TARP supone hasta la fecha un coste de 64.000 millones de dólares al Estado.

Tal y como se ha visto con la caída libre de las acciones de los grandes bancos, uno de los inconvenientes de la nacionalización es que asusta a los inversores privados y agrava el problema de la descapitalización. Para combatir este efecto, se puede buscar una fórmula para ayudar a los bancos a deshacerse de sus activos tóxicos - bueno para los accionistas-a la vez que se toma participaciones estatales - bueno para el contribuyente-.EE. UU. y quizás el Reino Unido tantean también la creación de un banco de agregación público - conocido como el banco malo-, donde se podrá almacenar los activos tóxicos.

La cuestión clave para los accionistas y contribuyentes es cuánto pagará el Estado por esos activos - muchos avalados por hipotecas que aún se encuentran en caída libre-.Si paga mucho, el accionistas sale mejor parado que el contribuyente. Si paga poco y opta por recapitalizar mediante la nacionalización, el ganador puede ser el contribuyente. El Gobierno alemán ha anunciado públicamente que no está dispuesto a nacionalizar activos dañados y almacenarlos en un mal banco público.

Esa defensa del contribuyente es virtuosa pero si no va acompañado por medidas destinadas a incentivar o forzar a los bancos a prestar dinero a consumidores y empresas puede resultar contraproducente. Pollin plantea lo que considera una alternativa progresista a la nacionalización. "El error que se comete es creer que lo que hacían los bancos en los años del boom era bueno pero no se dirigían a inversiones productivas, sino a la burbuja; en vez de nacionalizar se debería usar el Estado para incentivar créditos en una economía productiva mediante garantías", dijo.

Andy Robinson
La Vanguardia


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