La educación que necesita la economía


El Mundo. - En el mundo de la economía hay dos tipos fundamentales de errores: arreglar algo cuando funciona bien y justo lo contrario, la contumacia cuando algo es evidente que está roto y durante años, o décadas, nos negamos a cambiarlo. El caso de los sistemas educativos y el mercado laboral español es un perfecto reflejo de esta última y desoladora realidad.
15 de septiembre de 2014

El sistema no funciona prácticamente por ningún lado. La tasa de paro española supera el 24%. El desempleo juvenil, el 50%. No tenemos universidades entre las 100 primeras de los principales rankings internacionales. Las empresas se quejan de que los alumnos no llegan preparados para el mundo real. Las universidades se quejan de que los alumnos no llegan con el nivel suficiente de los colegios. Y los estudios de comparación internacionales no dejan en general en muy buen lugar a los jóvenes. ¿Cómo puede ser?

El problema es más de fondo. España no sabe qué quiere ser, y sin una meta definida es muy complicado elegir el camino adecuado. España no tiene claro un modelo de crecimiento para el futuro. No sabemos si seremos la Florida de Europa, la Israel del Mediterráneo o la China del Oeste. El ladrillo ha desaparecido como motor y el mundo es cada vez más global y competitivo. La innovación, la investigación, el desarrollo, la tecnología son elementos fundamentales para todos los especialistas. Las claves de una economía digital que requiere habilidades específicas.

No sabemos qué pasará en unos años, pero sí sabemos que una formación adecuada es vital. Estudiar sirve, tanto para los individuos como para el país. «Es difícil determinar empíricamente la relación entre educación y crecimiento, puesto que ciertamente la mejora del capital humano hace más productiva una economía pero no es menos cierto que una sociedad con un mayor nivel de desarrollo se puede permitir un nivel educativo más alto», explica José García Montalvo, catedrático de la Universidad Pompeu Fabra.

Sin embargo, aunque tenemos muchos estudiantes matriculados en las facultades, los resultados no llegan como deberían. «Al igual que en la enseñanza no universitaria, en la universitaria sabemos perfectamente qué falla y cómo se podría resolver. El problema es que no se puede hacer nada. Cada nuevo informe y libro blanco insiste en los mismos puntos, pero el poder del statu quo es enorme», añade. Las reformas de los últimos años han tratado de homogeneizar parte de los programas, pero también la forma de entender la Universidad en sí, acercando mucho más el mundo de la empresa. Y se han topado con una enorme resistencia por parte de las instituciones, el claustro y los alumnos, el statu quo, que se han movilizado en contra de la «privatización y mercantilización» de las aulas, denunciando que se quiere convertir a los estudiantes en «futuros trabajadores «en lugar de formar a jóvenes o ciudadanos para el siglo XXI.

«Los que dicen eso tienen mucha cara. Formar trabajadores no es la única misión, pero es una de ellas, igual que hacer ciencia y formar ciudadanos. En segundo lugar, es curioso que los que dicen eso tienden, además de no formar trabajadores, a no hacer ciencia. Y encima los ciudadanos que dicen formar tampoco son muy ejemplares, ¿no? Basta ya de bromas, tendríamos que saber cuándo y cómo se coloca cada estudiante que sale de cada grado, y luego empezamos a hablar», afirma Antonio Cabrales, profesor del University College London.

Los expertos consultados por MERCADOS apuestan por un sistema educativo que rinda cuentas, pues sólo a través de la transparencia y la responsabilidad ante el erario, pero sobre todo ante los alumnos, se podrá mejorar. Que evalúe qué funciona y qué no y actúe en consecuencia.

«Sería muy largo hablar de otros países, de qué funciona en cada uno y nunca acabaríamos de medir las diferencias y de sus causas. Pero miremos un poco mas cerca: en España hay tres escuelas de negocios entre las primeras del mundo, y algunas veces las primeras. ¿Cuál es la diferencia? Que sabemos cuánto ganan los que entran y los que salen, y que la financiación de la escuela y el propio trabajo de los profesores depende de que los chicos encuentren trabajo y que sea bueno. Solamente con que esto afectara un poquito a las universidades españolas, ya veríamos cómo despertaban bien rápidamente», resalta Cabrales.

«Obama ha puesto en una web todas las universidades con el coste que tienen y la situación laboral de sus graduados para que de cada estudiante se pueda hacer un cálculo coste-beneficio», coincide el catedrático de la Pompeu. Algo similar, a otra escala, ocurre antes, durante la educación primaria y secundaria. Según los sociólogos Juan Carlos Rodríguez y Víctor Pérez Díaz, autores de Diagnóstico y reforma de la educación general en España, «los jóvenes españoles (15-29 años) están entre los que menos libros leen de la UE27 y están lejísimos de los niveles de lectura de la cabeza de la clasificación._Están entre los que menos conocen el inglés como para mantener una conversación en ese idioma».

«La evidencia internacional apunta a que llegado un cierto nivel de gasto por alumno, los incrementos superiores tienden a tener efectos nulos en el rendimiento escolar», explica Juan Carlos Rodríguez. «En España, el aumento del gasto real por alumno en los años 70 probablemente contribuyó a mejorar los resultados escolares. Sin embargo, es probable que hayamos alcanzado el nivel en el que es difícil mejorar los resultados con un mero aumento de los recursos».

MODELO PRODUCTIVO

Mónica Melle, profesora de la Universidad Complutense de Madrid y miembro de Economistas Frente a la Crisis considera que «la calidad de la educación influye de forma determinante en el modelo productivo y en la calidad de los empleos y sectores de actividad económica que se desarrollarán en el futuro. Y la calidad del sistema educativo depende más de la motivación, consideración social y reputación de los docentes que de los recursos que se invierten, cuestión en la que en España estamos por detrás de muchos países de nuestro entorno».

Melle defiende que «en el ámbito universitario se requiere una mayor implicación del mundo empresarial, de tal forma que la Universidad incorpore materias, titulaciones y estudios que se adapten a las necesidades de los sectores de alto valor añadido y de potencial de crecimiento: energías renovables, gestión de residuos, videojuegos, diseño, TIC, bases de datos, programación».

La Universidad, igualmente, debería ser a su juicio «capaz de ofrecer la formación a lo largo de la vida que precisen los trabajadores, mediante una formación continua, reglada o no, en íntima conexión con la evolución del mercado de trabajo en un mundo global, interrelacionado e interdisciplinar. Sin olvidar el papel clave de las universidades en la I+D+i, como impulsora de los factores intangibles de competitividad empresarial que aseguren la sostenibilidad a futuro de la inversión y el empleo». Una oportunidad. Una necesidad. Una urgencia.


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