El espejismo de la Seguridad Social


En la Seguridad Social se ha encendido el piloto rojo que alerta de la eventual quiebra financiera del sistema en la próxima década, si no se adoptan medidas para equilibrar ingresos y gastos.
30 de junio de 2005

Como avanzó la semana pasada este periódico, y hoy mismo da cuenta de ello a través de un informe del Instituto de Estudios Fiscales, la viabilidad del sistema se encuentra seriamente amenazada a medio plazo. El aluvión de nuevos cotizantes, gran parte de ellos provenientes de la inmigración, ha generado un espejismo de bonanza, pues en términos puramente nominales la relación entre la población ocupada y los jubilados mantiene una proporción aceptable. Ahora bien, después de unos años realmente boyantes, los ingresos crecen a un ritmo sensiblemente inferior al de los pagos necesarios para satisfacer los compromisos. Esta desproporción se produce porque la mayoría de los nuevos empleos corresponden a inmigrantes con sueldos modestos, o a multitud de contratados temporales, lo que significa que aportan poco dinero en concepto de cotizaciones. Se crean muchos puestos de trabajo, pero de baja calidad desde el punto de vista de los ingresos del sistema. No hace falta ser muy sagaz para intuir el resultado, al cabo de unos años, si se mantiene este desequilibrio. Es un hecho que el fenómeno de la inmigración ha contribuido a la prosperidad del país en los últimos años. Esta mano de obra barata ha servido incluso para suplir la escasa voluntad reformista de los gobiernos, tanto del PP como del PSOE, al auspiciar una suerte de reforma laboral encubierta, que ha propiciado más flexibilidad en el mercado de trabajo y moderación salarial. Pero estos efectos beneficiosos se agotan, si paralelamente no se racionaliza el sistema de protección social, que acabará por ser incapaz de soportar en el futuro los derechos adquiridos en materia sanitaria, pensiones o desempleo. Sobre todo, si se tiene en cuenta también que la población española envejece en progresión geométrica. Desgraciadamente, los políticos tienen tendencia a aparcar los problemas hasta que empiezan a ser realmente acuciantes. El resultado es que las soluciones suelen ser menos eficaces o más dolorosas cuando no se toman a tiempo. Los partidos políticos –el Gobierno no lo puede hacer solo– tienen la responsabilidad de analizar sin complejos medidas encaminadas a racionalizar los gastos, es decir, retrasar la edad efectiva de jubilación –la media actual de 62 años es insostenible–, extender a toda la vida laboral el periodo para calcular la jubilación y aumentar así la proporcionalidad entre lo aportado y lo recibido, y fomentar la previsión privada complementaria. Son medidas que implican recortes, pero son necesarias y deben hacerse de forma gradual. Mantener la estrategia del avestruz sería injusto con las generaciones futuras, que pagarían el precio de nuestra insolidaridad.

Expansion
http://www.expansion.com/edicion/noticia/0,2458,648825__02,00.html


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